Contemplar

contemplarContemplar es mirar largamente, con estupor y admiración; usar la mirada para traer el cielo a la tierra, para llevar la tierra al cielo. En la mirada hay magia, la de hacer divino lo humano y humano lo divino. Transparencia sin límites que requiere solicitud infinita, como ciertas...

 


 

Ojos, mirar y contemplar van de la mano. Tengo ojos, y por tenerlos, miro, y por mirar, contemplo. Contemplar es mirar de hito en hito. Miro piedras, árboles, pájaros, hombres. También me miro. A mí mismo. Acción prodigiosa la de mirar. Hasta las piedras miran. Tienen ojos, ojos de piedra. Hay personas que se detienen a contemplar la piedra, a mirarla, a poner corazón en ella. A dejarse mirar de ella, que les contagia su hermosura mineral, dura y tierna.

Los ojos son para mirar y contemplar. Relación cálida de las personas y las cosas. "En los ojos de todas las criaturas; / en toda pequeñez e inmensidad, / ha encontrado mi alma frente a frente / la tempestad " (Pardo García ). La tempestad es grandeza, omnipotencia, majestad, divinidad.

Contemplar es mirar largamente, con estupor y admiración; usar la mirada para traer el cielo a la tierra, para llevar la tierra al cielo. En la mirada hay magia, la de hacer divino lo humano y humano lo divino. Transparencia sin límites que requiere solicitud infinita, como ciertas fermentaciones químicas, que solo se dan en lugares quietísimos, silenciosos.

Contemplación es reciprocidad. Ojos que miro, ojos que me miran. "Cuando tú me mirabas / su gracia en mí tus ojos imprimían ". Cuando me miras, mis ojos merecen adorar lo que ven en ti.

"Ojos claros, serenos, / que de dulce mirar sois alabados ". El eco de estos versos llega al infinito. Mi Creador me mira con ojos claros, serenos. Le pido que me deje mirarlo del mismo modo, con ojos claros, serenos.

Mis ojos son para mirar de hito en hito. Requieren maestría sin límites. Y encuentro lo mismo en los ojos que me miran. Y más si son divinos. Mi Creador me mira con unos ojos de dulzura divina, que me derriten de felicidad.

Dedico tiempo a cultivar mis ojos para mirar con el amor y serenidad con que soy mirado. Transportadores de dulzura, los ojos son embriagadores. Ante la majestad divina, el desconcierto es total.

Hay personas que miran sin ojos. Y ven. Su mirada contemplativa cambia su vida. Como S. Teresa. "Es una blancura suave y el resplandor infuso, que da deleite grandísimo a la vista y no la cansa […] ver esta hermosura tan divina […] que parece tan deslustrada la claridad del sol que vemos" (Vida 28,5).

 

AUTOR: P. Hernando Uribe C., OCD

TOMADO DE: El Colombiano, 13 de junio de 2014.