El Beato Tito Brandsma en el arte

El Beato Tito Brandsma en el arte

Desde su beatificación en 1985 hasta nuestros días, son muchos los artistas que han representado al Beato Tito Brandsma y que han plasmado algún rasgo de su biografía o de su personalidad en una obra de arte. Nuestra revista Escapulario del Carmen, ha reproducido en muchas ocasiones cuadros, esculturas y diversas obras de arte sobre el P. Tito de diferentes partes del mundo. Ya en vida, el carmelita holandés fue retratado en diversas ocasiones. Baste recordar el dibujo en carboncillo, realizado por un hermano carmelita, Berthold Plumm en 1922; o el retrato oficial como Rector de la Universidad de Nimega, muy conocido en todo el mundo; o, ya en el campo de concentración de Amersfoort, el pequeño retrato que le hizo un compañero de presidio, John Dons, pocos días antes de ser ejecutado. Este pequeño retrato pasaría a la posteridad y probablemente se ha convertido en la imagen más conocida y representativa del Beato Tito.

Hace algunos años, tuve ocasión de visitar en el museo ubicado en la localidad natal de Tito Brandsma, en Bolsward (en la Frisia, Holanda), la interesantísima y amplia exposición de obras de arte sobre el P. Tito, de muy diversos estilos, autores y procedencias. Dicha muestra puso de relieve cómo nuestro Beato Tito ha generado un movimiento de simpatía y ha llamado la atención de artistas del mundo entero. Quizás se trate del reconocimiento o de la gratitud de los artistas por el hecho de que, durante su vida, el profesor Brandsma consideró el arte como un magnífico medio para elevar las almas a Dios y para acercar a los hombres al misterio de la salvación plasmado en la belleza.

Más aún, el carmelita holandés había "protegido" o animado ya antes a otros artistas, tales como el autor de la estatua de Cristo Rey en la ciudad de Oss. Es bien conocida, en este sentido, la intervención del P. Tito a favor del pintor expresionista belga Albert Servaes, quien pintó la serie completa de las estaciones del Via Crucis. Los cuadros fueron considerados demasiado humanos o con demasiada crudeza y, tras una ardua polémica en la que intervinieron personajes de mucha talla de la Iglesia y de la cultura de la época, fueron retirados de los lugares de culto. El P. Tito pidió al pintor y a los que le defendían, que acataran la orden, pero él mismo los publicó en la revista Opgang y escribió un hermoso comentario a cada una de las estaciones. Gracias a este a aire, tenemos, por tanto, el primero de los dos comentarios al Via Crucis que el P. Tito escribió a lo largo de su vida. El segundo lo escribiría, ya en la prisión, para el Via Crucis del santuario construido en Dokkum, en el lugar donde supuestamente había muerto San Bonifacio, apóstol de la Frisia.

Como cuentan sus biógrafos, parece que el Beato Tito tuvo cierta vocación de "mecenas", o mejor aún, de animador de todo lo que significase diálogo entre el arte, la cultura y la fe. De alguna manera, el profesor Brandsma anticipó lo que, varias décadas más tarde, diría el Concilio Vaticano II dirigiéndose directamente a los artistas:

"Hoy, como ayer, la Iglesia os necesita y se vuelve hacia vosotros. Ella os dice, por medio de nuestra voz: No permitáis que se rompa una alianza fecunda entre todos. No rehuséis el poner vuestro talento al servicio de la verdad divina. No cerréis vuestro espíritu al soplo del Espíritu Santo. Este mundo en que vivimos tiene necesidad de la belleza para no caer en la desesperanza. La belleza, como la verdad, pone alegría en el corazón de los hombres; es el fruto precioso que resiste la usura del tiempo, que une las generaciones y las hace comunicarse en la admiración. Y todo ello está en vuestras manos".

Podemos afirmar, por tanto, que es más que merecida esa atención de artistas modernos a la figura (fascinante, poliédrica, cordial) del beato carmelita. Recientemente, varios artistas han vuelto a fijarse en la personalidad del carmelita holandés y le han dedicado algunas obras que considero dignas de darse a conocer a un público amplio. Seguro que sus obras nos acercarán más al perfil espiritual del Beato Tito Brandsma y nos ayudarán a intentar imitar sus virtudes. En esta primera entrega nos vamos a referir a las obras de Iria Fernández Álvarez, que recientemente ha dedicado tres cuadros a nuestro carmelita.

Iria Fernández Álvarez es una joven y prometedora pintora madrileña, afincada en Galicia. Tras hacer estudios de Arquitectura de Interiores en la Universidad Politécnica de Madrid, se licenció en Bellas Artes por la Accademia delle Belle Arti di Roma. Asimismo, ha recibido varias becas importantes, como la del curso de pintura del Instituto de Arte y Restauración del Palazzo Spinelli en Florencia, Italia, o la del taller de pintura dirigido por Juan Genovés, en Almería (otorgada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid). Pese a su juventud, ha participado en múltiples exposiciones colectivas e individuales y algunas de sus obras están ya en diversas colecciones, tanto privadas, como públicas, entre las que se encuentran la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid o la Accademia di Belle Arti de Roma.

Iria Fernández Álvarez ha dedicado tres cuadros al Beato Tito. Se trata de tres retratos en lienzo (acrílico y óleo). Los dos primeros muestran al P. Tito vestido con la capa blanca carmelita que, como sabemos, tanto le gustaba vestir en las solemnidades. En uno de ellos, el Beato Tito aparece rodeado de nubes grises que no llegan a oscurecer el azul del cielo. En cierto modo, Iria nos muestra la hondura del alma del P. Tito, su riqueza interior que se asoma por unos ojos muy expresivos, la fuerza que le hará resistir en el futuro, simbolizado en las nubes oscuras. En el segundo, aparece rodeado de flores de almendro, símbolo del renacimiento de la vida en la primavera. El P. Tito fue un hombre de esperanza, incluso en los momentos más terribles de la prisión y de los campos de concentración. Asimismo, con las flores de almendro, la autora ha querido rendir un homenaje simbólico al pintor Van Gogh, también él holandés.

En el tercer lienzo, el Beato carmelita aparece vestido de prisionero. Se trata de una recreación del retrato hecho en la prisión por John Dons, quien moriría poco después de llevarlo a cabo. El perfil del rostro se ha hecho más lineal (casi de un cubismo incipiente), menos naif, más duro. El fondo es totalmente oscuro, como en las nadas de Juan de la Cruz. Pero el P. Tito no aparece desesperado, ni resignado, ni inactivo. La postura parece indicar que (periodista hasta el final) sigue escribiendo. Sabemos que en la cárcel de Scheveningen escribió no sola-mente un diario de su prisión (Mi celda y Mi horario) sino también el hermosísimo poema místico Ante Jesús (traducido a muchas lenguas) y una biografía de Santa Teresa (la gran obra inacabada de su vida). Como es bien sabido, el P. Tito fue siempre muy devoto de la Santa abulense, cuyas obras tradujo al holandés y cuya espiritualidad enseñó en sus clases de la universidad de Nimega.

A pesar del sufrimiento, de los signos y símbolos del mundo concentracionario: el pelo rapado, el traje ocre, el número 58 de prisionero, el triángulo que mostraba la categoría del preso (en su caso era rojo, preso político), etc., el rostro de Tito no muestra odio ni resentimiento, casi inspira paz. Iluminado de frente, se crea un contraste (casi un chiaroscuro caravaggiesco) entre la luz del rostro y la oscuridad total que le circunda. La pintora refleja así, como el carmelita prisionero fue capaz de crear calor y de arrojar luz en medio de la barbarie y del frío de los campos de concentración. Casi se diría que el P. Tito está a punto de comenzar su famosa "conferencia" del viernes santo en el campo de Amersfoort, en la que, con palabras emocionadas, habló a los compañeros de presidio de la espiritualidad de la cruz y de cómo el Dios de Jesucristo no nos abandona en el sufrimiento. O que se haya delante de la imagen del crucificado que le inspiró su célebre poema (Cuando te miro, buen Jesús advierto...), traducido a muchas lenguas y tantas veces recitado y rezado.

Gracias, Iria, por estos cuadros y por haber captado la mirada profunda de este mártir de nuestro tiempo, de este carmelita ejemplar, de este sembrador de compasión y de ternura en los momentos más terribles de la historia del siglo pasado.

AUTOR:  P. Fernando Millán Romeral, O.Carm.