Resucitar es amar

Resucitar es amar

Resurrección es amor. En realidad la resurrección no existe, existen los resucitados, como Jesús, el resucitado de los resucitados. Amor es resurrección. En realidad el amor no existe, existen los amantes y los amados. Jesús es el amante de los amantes y el amado de los amados.

La mentalidad bíblica ve al hombre como unidad de cuerpo y alma, dimensiones distinguibles, no separables. El cadáver, que significa ca-rne da-da a los ver-mes (gusanos), no es el cuerpo, sino el residuo que queda en un proceso de transformación radical, la resurrección.

Todo me pasa en cuerpo y alma. Voy naciendo, viviendo, muriendo y resucitando simultánea y dinámicamente en cuerpo y alma. Como y camino en cuerpo y alma, amo y oro en cuerpo y alma. Al nacer comienzo a morir y resucitar en la unidad de cuerpo y alma.

Morir y resucitar es acabar de nacer, llegar a la vida en plenitud. Voy resucitando en la medida en que amo. Y como amor es unidad de dos, siempre que hago unidad conmigo mismo, con los demás, con el cosmos y con Dios, estoy resucitando.

Resucitar es amar, amar es resucitar. Con estos dos verbos califico el acontecimiento más portentoso de la creación. Jesús dijo a Marta: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, no morirá jamás” (Juan 11, 25). En él la creación llega a su punto culminante, la resurrección.

Si amar es resucitar, todo ejercicio de amor es ejercicio de resurrección. Orar es tratar de amistad con quien yo sé que me ama, mi Creador. Por tanto, siempre que oro, estoy anticipando futuro en presente, viviendo mi resurrección.

Cuando el buen ladrón pide a Jesús que se acuerde de él cuando vuelva como rey, escucha la más sublime promesa: “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc 23, 43). Jesús promete lo que es, el paraíso, el agua fresca, la paz segura, la meta de la espera y la esperanza misma de todo hombre.

El ladrón del evangelista Lucas merece la máxima admiración por tener la sabiduría de la ambigüedad de la cruz, de condenación o salvación. Su compañero de crucifixión le prometió lo que era, el paraíso.

Como si cantara: “Ven muerte tan escondida / que no te sienta venir / porque el placer del morir / no me vuelva a dar la vida”. Siento tanto placer en morirme que quiero volver a la vida para volver a tener el placer de volverme a morir, y así llegar al paraíso, que es mi amigo Jesús. La perfecta resurrección.

AUTOR: P. Hernando Uribe C., OCD
TOMADO DE: El Colombiano, 02 de abril de 2018