La rueda del tiempo no se para. Los meses cogen carrerilla. Al principio se lo toman con calma. Pero luego van tomando un troteciIlo ligero y cuando acordamos estamos en los aledaños del otoño. Este tiempo de mil nostalgias, con sus colores amarillos de oro viejo, que nos hablan del invierno y de esta Navidad toda de blancura y paz.
¡Navidad! ¡Navidad! No la comercial. La de los perfumes, colonias, comilonas o guateques a mansalva. No. La otra. La más recogida. La pobre y humilde. La más cercana a la verdadera. La que vivieron María, José y la borriquilla, con el buey y la mula, y los pastores de Belén, que corrieron para contemplar al Mesías del mundo.
La Navidad de Jesús de Nazareth. La del Niño Dios. Aquel niño de perlas. El que nació en el corazón de la noche, al amparo de las estrellas, con el gemido de su madre, el silencio de José y el asombro de los animales. La de los pastores que, locos de alegría, por la buena noticia recibida del Ángel, caminan con ligereza, al portalico de Belén. Como lo hicieron espiritualmente Francisco de Asís e Ignacio de Loyola.
Esta Navidad la necesitamos como el pan. Lo mismo que el oxígeno en medio de un mundo que se nos va haciendo irrespirable. Un mundo estresado, en el que tanta crisis, engaños y mentiras, nos roen los sentimientos más nobles del alma. Y nos vamos sangrando lentamente. Cada día con la tez más blanca y amarilla. Necesitamos la vida. Pero no una vida cualquiera. Una vida sana La que viene de Dios. Una vida profundamente humana, trascendente y divina.
Esta Navidad fue posible por una jovencita que se abría a la vida. María de Nazareth. La Virgen María. La pobre de Jhavé. La humilde. La Inmaculada. La que esperaba con Israel y con toda la humanidad la venida del Mesías. El Salvador. A esta Virgen que recibió en su alma y en su cuerpo al Verbo de Dios y nos entregó a Jesucristo, le rezo yo en esta Navidad: Santa María, haz posible en nuestras vidas y en nuestro mundo el milagro del nacimiento del Hijo de Dios. Amén.
AUTOR: Fr. Alfonso Moreno, O.Carm