Teresa vive un contraste abismal entre su admirable sensibilidad ecológica y su experiencia de lo divino. “Cuando veo alguna cosa hermosa, rica, como agua, campos, flores, olores, músicas, etc., paréceme no lo querría ver ni oír; tanta es la diferencia de ello...
Teresa de Jesús, patrimonio de la humanidad, nació hace quinientos años. Admirable representante de lo grande que es la pequeñez humana gracias a su relación de intimidad con “Su Majestad”.
De su relación de amor con Dios surge una relación tierna aun con los seres más despreciables o fastidiosos. “Tienen también estas almas un gran gozo interior cuando son perseguidas, con mucha más paz [...] y sin ninguna enemistad con los que les hacen mal o desean hacer; antes les cobran amor particular, de manera que si los ven en algún trabajo lo sienten tiernamente, y cualquiera tomarían por librarlos de él, y los encomiendan a Dios muy de gana, y holgarían perder las mercedes que les hace Su Majestad porque se las hiciese a ellos, porque no ofendiesen a nuestro Señor” (Moradas 7, 3, 5).
Teresa vive un contraste abismal entre su admirable sensibilidad ecológica y su experiencia de lo divino. “Cuando veo alguna cosa hermosa, rica, como agua, campos, flores, olores, músicas, etc., paréceme no lo querría ver ni oír; tanta es la diferencia de ello a lo que yo suelo ver; y así se me quita la gana de ellas. Y de aquí he venido a dárseme tan poco por estas cosas, que si no es primer movimiento, otra cosa no me ha quedado de ello, y esto me parece basura” (Relación 1, 11).
Delicia inenarrable la de conocer la interioridad de Teresa. “Estando una vez en oración, se me representó muy en breve, sin ver cosa formada, mas fue una representación con toda claridad, cómo se ven en Dios todas las cosas y cómo las tiene todas en Sí. Saber escribir esto, yo no lo sé, mas quedó muy imprimido en mi alma, y es una de las grandes mercedes que el Señor me ha hecho y de las que más me han hecho confundir y avergonzar, acordándome de los pecados que he hecho” (Vida 40, 9).
Teresa me enseña a tener un cuidado infinito de mi intimidad, pues allí acontece mi Creador llevándome a las cosas, no las cosas a él. Gracias a Él, disfruto la alborada, un ocaso de oro, una playa marina. Teresa dispone así de una sabiduría elemental que la lleva, discernimiento portentoso, a acertar en cada decisión.
Portentosa grandeza humana, me pasma esta confidencia teresiana: “Siempre en todas las cosas me aconsejaba este Señor [...] que tanto cuidado ha tenido de mí. Jamás se descuida de mí” (Vida 40, 19.17).
AUTOR: P. Hernando Uribe C., OCD
TOMADO DE: El Colombiano, 09 de octubre de 2015