Y en donde radicó fundamentalmente el mérito de Teresa para que al final obtuviera tal éxito en su obra reformadora?”, se pregunta el autor, respondiendo que “en el gran campo de su prudencia, que para predicarla había menester mucho tiempo; ella eligió lo mejor, lo más...
A nuestro venerable e ínclito teólogo egabrense Agustín Núñez Delgadillo (1571-1630) le encargaron el sermón de Santa Teresa que hubo de predicar en las carmelitas descalzas de Granada “el lunes de su octava de 1617”, sermón que dedicó a su prima hermana Sor Micaela de Cepeda, monja dominica en Santa Catalina de Zafra (Granada), ambos parientes muy cercanos de la santa abulense, ya que a la dominica le dice que Teresa fue “prima de su padre e hija de mi Orden” por parte de los Cepedas.
Y sí fue, en efecto. Aunque natural de Cabra, a sus 16 años, el joven Núñez Delgadillo solicitó el hábito del Carmen en el Convento de Ntra. Sra. de la Cabeza de Granada, “para choro”, ciudad de donde era su madre Dña. María Núñez de Ovando, aunque originaria de Ávila y con estrecho parentesco con la Santa como antes se dijo. Sin embargo, a la hora de tomar el hábito carmelita, prefirió la primitiva Orden del Carmen.
Todo un sermón de los llamados “de campanillas” no sólo por lo pomposo de su entonación y citas magistrales de los santos Padres y de la Biblia, que primero en latín y luego en elegante castellano van desgranando las virtudes y excelencias de Sta. Teresa, primero demostrando “cómo la solemnidad presente no es efecto de humana negociación y por qué”, haciéndole decir a la misma Santa Teresa al ver la multitud de sus hijos descalzos: “quién me ha dado tantos hijos, a mí que parecía estéril, yo peregrina y captiva? Quién me los ha criado, yo sola y desamparada, dónde estaba esta multitud?”
Y después de haber expuesto con toda suerte de detalles el asombroso crecimiento y expansión que la descalcei teresiana había experimentado en tan poco tiempo, continúa desarrollando el tema sobre los desiertos y la rigidez de vida que sobrellevaba la reciente congregación, pues cuando Núñez Delgadillo escribe esto apenas habían transcurrido cuarenta años desde la erección descalza en Duruelo.
“Y en donde radicó fundamentalmente el mérito de Teresa para que al final obtuviera tal éxito en su obra reformadora?”, se pregunta el autor, respondiendo que “en el gran campo de su prudencia, que para predicarla había menester mucho tiempo; ella eligió lo mejor, lo más riguroso: el silencio perpetuo, la abstinencia y el ayuno, el vestido penitente, la penosa descalcez. Veis ¡ay! cómo eligió lo mejor... Ella fue quien dio con aquel tesoro escondido, y aquella nuestra primera Regla casi oscurecida, enterrada y sepultada la buscó, la halló y sacó a la luz. Y así a ella se le debe este bien y ella es la primera ganadora de aquella reformación”.
Pero lo más curioso de cuanto en exaltación de la Santa pregona nuestro orador teólogo es la comparación que en los preliminares del sermón asienta como principio de su encendido discurso: “He considerado de propósito la formación de nuestros primeros Padres y en ella, como en vivo retrato, veo las dos congregaciones del Carmen. Formó Dios a nuestro primer Padre del polvo de la tierra y dijo después: “Non est bonum hominemesse solurn...”. No le está
bien al hombre estar solo; démosle una compañeraque le sea semejante...,una compañera en quien él se mire y con particular gusto se remire que no la pierda de vista. El la ha menester a su gusto y a medida de su condición”.
“Vivía en el mundo el cuerpo místico de la Religión de los Carmelitas calçados —prosigue argumentando nuestro predicador— y dize Dios: Non est bonum esse solum, faciamus el adiutorium simile sibi, démosle una congregación que sea, no su contraria sino su compañera, una congregación en quien se mire y se remire como en un espejo de perfección a quien pueda imitar en virtud heroica..., démosle una compañera que sea de la misma Religión, no otra diferente, que profese la Regla del Carmen, sea hija del gran Elías y de la Virgen Santísima”.
Curioso este símil del que no me atrevo a hacer el mínimo comentario; sólo se me viene a la memoria la frase del entonces recién elegido General de la Orden, P. Chizzola, en la separación de los descalzos en 1593 ante su vertiginoso crecimiento: “Es preferible perder algo ahora que no perderlo todo después. Y porque de tal separación no nos privamos de su ejemplo, ya que siguen permaneciendo dentro de la Orden, ni nuestra observancia como madre se priva de la gloria de tal hija, separémonos en cuanto al gobierno y vivamos en paz con estos Rvdos. Padres".
AUTOR: Ismael Martínez Carretero, O.Carm.
TOMADO DE: http://ocarm.org