La más cierta señal que, a mi parecer, hay de si guardamos estas dos cosas, es guardando bien la del amor al prójimo; porque si amamos a Dios no se puede saber, aunque hay indicios grandes para entender que le amamos; mas el amor del prójimo sí. Y estad ciertas...
La gran Teresa supo animar en el siglo XVI la reforma del Carmelo con un vigoroso soplo apostólico y guiar a sus hermanas con sensatez por los caminos más elevados de la oración. Conforme a la más pura tradición cristiana, muestra aquí la íntima unión que existe entre el amor a Dios y el amor al prójimo, y amonesta, no sin humor, a las almas piadosas que buscan en la oración más los consuelos de Dios que al Dios de todo consuelo. En esta jornade de ayuno y oración por la paz, convocada por el Papa Francisco, les compartimos este texto:
Acá solas estas dos cosas que nos pide el Señor: amor a Su Majestad y del prójimo; es en lo que hemos de trabajar. Guardándolas con perfección, hacemos su voluntad, y ansí estaremos unidos con Él. ¡Mas qué lejos estamos de hacer como debemos a tan gran Dios estas dos cosas, como tengo dicho! Plegue a Su Majestad no dé gracia para que merezcamos llegar a este estado que en nuestra mano está si queremos.
La más cierta señal que, a mi parecer, hay de si guardamos estas dos cosas, es guardando bien la del amor al prójimo; porque si amamos a Dios no se puede saber, aunque hay indicios grandes para entender que le amamos; mas el amor del prójimo sí. Y estad ciertas que mientras más en éste os viereis aprovechadas, más lo estáis en el amor de Dios; porque es tan grande el que Su Majestad nos tiene, que en pago del que tenemos al prójimo hará que crezca el que tenemos a Su Majestad por mil maneras. En esto yo no puedo dudar.
Impórtanos mucho andar con gran advertencia como andamos en esto, que si es con mucha perfección, todo lo tenemos hecho; porque creo yo que, según es malo nuestro natural, que si no es naciendo de raíz del amor de Dios, que no llegaremos a tener con perfección el del prójimo. Pues tanto nos importa esto, hermanas, procuremos irnos entendiendo en cosas aún menudas, y no haciendo caso de unas muy grandes, que así por junto vienen en la oración, de parecer que haremos y conteceremos por los prójimos, y por sola una alma que se salve; porque si no vienen después conformes a las obras, no hay para qué creer que lo haremos…
¡Oh hermanas, cómo se ve claro adónde está de veras el amor del prójimo en algunas de vosotras, y en las que no está con perfección! Si entendieses lo que nos importa esta virtud, no traerías otro estudio. Cuando yo veo almas muy diligentes a entender la oración que tienen y muy encapotadas cuando están en ella, que parece que se usan bullir ni menear el pensamiento, porque no se les vaya un poquito de gusto y devoción que han tenido, háceme ver cuán poco entienden del camino por donde se alcanza la unión y piensan que allí está todo el negocio. Que no, hermanas, no; obras quiere el Señor; y que si ves una enferma a quien puedes dar algún alivio, no se te dé nada de perder esa devoción y te compadezcas de ella; y si tienen algún dolor, te duela a ti; y si fuere menester, lo ayunes porque ella lo coma; no tanto por ella, como porque sabes que tu Señor quiere aquello.
Santa Teresa de Jesús
Moradas Quintas