La Santa Madre y el paraíso de su deleite

Santa Teresa de Jesus Gracias Madre porque con la liturgia del apóstol; tanto en el apocalipsis como en el Evangelio de Juan, se nos está diciendo que en San José de Ávila es el monte alto, de Jerusalén, el castillo que llevamos dentro y que por sus enseñanzas, debe brillar como jaspe claro...

 


 

¡Alabado sea Jesucristo! Querida Santa Madre Teresa de Jesús:

Soy una de sus hijas; por eso, con amor y gratitud le dirijo estas líneas en el marco del quinto centenario de su vida fundante y caminante que poéticamente nos conduce al castillo interior donde vivimos con el Rey.

Madre, un veinticuatro de agosto, día de San Bartolomé, año mil quinientos sesenta y dos, nació el Carmelo en la ciudad de Ávila. Hoy cuatrocientos cincuenta años después, son muchas las fundaciones, pero el carisma es sólo el suyo, ese su modo de vida que vivimos las Carmelitas Descalzas.

Lingüísticamente hablando, el acontecimiento que narra la fundación de San José de Ávila, es un lenguaje dominado por la unidad del texto; el andamiaje del Carmelo fundante no son intuiciones ni ideales, son hecho y observaciones que muestran el uso verdadero y real del lenguaje en una comunidad, en un carisma que refleja acertadamente: el modo de orar, la manera de recrearnos, la misión en la Iglesia y la abnegación evangélica.

Madre: semánticamente San José de Ávila, “El rinconcito del cielo” como usted bellamente lo llama en V 35,12 es la ciencia del significado de las carmelitas, es la lógica de la intencionalidad, porque no es cada una de sus palabras sino el conjunto de sus oraciones, de sus reflexiones, de sus enseñanzas de sus experiencias lo que da valor a San José de Ávila que cada una de nosotras, sus hijas, llevamos en el corazón y en el alma.

El énfasis, pues, de esta fundación esta dado, no por los 450 años, aunque también son importantes históricamente, sino por lo que subyace, lo que provoca y perdura a nivel cultural y eclesial. Madre su espiritualidad vive en sus poemas, en sus exclamaciones, en sus “San José de Ávila” regados por el mundo, que unen y se reflejan en su historia, en su significado y en su fusión una acción salvífica.

Gracias Madre porque con la liturgia del apóstol; tanto en el apocalipsis como en el Evangelio de Juan, se nos está diciendo que en San José de Ávila es el monte alto, de Jerusalén, el castillo que llevamos dentro y que por sus enseñanzas, debe brillar como jaspe claro; la muralla de Ávila no contiene los nombres de los apóstoles sino los más de mil doscientos Carmelos que miran y retoman, desde la “fortaleza” del carisma, la oración por “los defendedores de la Iglesia”: sus sacerdotes.

Gracias Madre Teresa; porque si Felipe presenta a Bartolomé al Maestro, usted, como maestra y creadora de la espiritualidad mística carmelitana, nos presenta en San José de Ávila, a nosotras sus hijas al Amigo y Compañero, al Maestro, para que podamos decir: hemos encontrado a Jesús, vengan y hagan parte de nuestra Sagrada Orden y lo verán.

Finalmente reconocer a Jesús, es descubrirle al mundo, a la Iglesia y al ser humano el resplandor de esa estrella que usted, “la enamorada de Dios”, es para nosotras sus hijas que habitamos su “casa bendita”, V 40,21 esa casa que “es un cielo si puede haber en la tierra”. C 13,7 Ese es el San José de Ávila que usted fundó, funda y fundará, del que sus carmelitas hacemos hoy memoria y llevamos siempre en el corazón, como la huella que marca un testimonio, como constelación que tiene su centro, su cuna, y que irradia una suma indefinida de proyecciones: Monjas, Frailes, Carmelo seglar, y Jóvenes, dando a la familia teresiana trascendencia en la vida de la Iglesia.

Con filial amor y gratitud, su hija

 

AUTOR:  Carmen Lucia de San Juan de la Cruz, OCD |  Monasterio de San José Medellín - Colombia