El humor teresiano aflora continuamente en ese reírse de sí misma, de la vida, de su propio lenguaje: “Riéndome estoy de estas comparaciones, que no me cuadran” (7M 2,11); “Riéndome estoy cómo él [su hermano Lorenzo] me envía confites, regalos y dineros, y yo a él, cilicios” (Cta. del 17-1-1577). Y Teresa se ríe también de la Inquisición o del demonio, ante el que en cierto momento de su vida ya no siente ningún tipo de miedo. Y así, cuando entre en escena tal personaje, se burlará de él abiertamente: “Quiso el Señor entendiese cómo era el demonio; porque vi cabe mí un negrillo muy abominable, regañando como desesperado de que adonde pretendía ganar, perdía. Yo, como le vi, reíme, y no hube miedo” (V 31,4).
Tampoco siente miedos ante la Inquisición, de la que se “ríe” sin complejos: “También comenzó aquí el demonio, de una persona en otra, procurar se entendiese que había yo visto alguna revelación en este negocio, e iban a mí con mucho miedo a decirme que andaban los tiempos recios y que podría ser me levantasen algo y fuesen a los inquisidores. A mí me cayó esto en gracia y me hizo reír”(V 33,5).
El contento interior y la alegría son también ingredientes claves de la espiritualidad teresiana. Ella habla de “alegría interior” (F 14,5), del “gozo interior” (7M 3,5; F 1,1; F 27,12). Incluso en medio de las enfermedades (tan continuas y obstinadas en esta mujer) siempre activó Teresa la alegría de vivir: “Todo lo pasé… con gran alegría” (V 6,2); “tenía males corporales más graves… los pasaba con mucha alegría” (V 30,8). Y al igual que san Juan de la Cruz, nos invita a encender el interruptor de la “alegría” desde el mismo comienzo de la aventura espiritual: Procúrese a los principios andar con alegría y libertad; que hay algunas personas que parece se les ha de ir la devoción si se descuidan un poco (V 13,1).
Si en un sentido, el ‘contento’ se puede vivir hacia dentro, también tiene una dimensión fundamental de alteridad, de apertura a los demás. Nos referimos al ‘dar contento a otros’: “Porque en esto me daba el Señor gracia, en dar contento adondequiera que estuviere” (V 2,8); “Porque en esto de dar contento a otros he tenido extremo…” (V 3,4). El contento y la alegría, a diferencia de otros recursos de la vida humana y del mundo de los hombres, no disminuyen al darse, sino que crecen. Como ocurre con el amor: “Y crece la caridad con ser comunicada” (V 7,22).