Santa Teresa de Jesús es maestra consumada de lo humano y lo divino, con una experiencia sutilísima del hombre y de Dios. En ese doble conocimiento está su sabiduría, la ciencia de las cosas divinas.
Este conocimiento experimental de amor se llama mística. Teresa es mística por excelencia, con una pasmosa habilidad literaria para aprisionar lo inefable en la palabra. Uno de los más grandes clásicos del siglo de oro de la lengua castellana. Arrobadora la delicia de leerla.
Teresa dice al lector que solas tres cosas le encargará. “Amor unos con otros, desasimiento de todo lo creado; y verdadera humildad”. Teresa sabe de amor como nadie. Su oración intensa, relación de amor con su Amado, la llevó a un desasimiento total de todas las cosas, “sin ir cargada de tierra y de plomo”. Y además la humildad, que para Teresa es andar en verdad. Algo a la vez esquivo y entrañable al corazón.
Amor es unidad de dos. Por amor, Teresa vive una maravillosa unidad con su Creador, y a través de Él, con todos los seres de la creación. Sus palabras son de una dulzura arrobadora. “Me era gran deleite considerar mi alma un huerto y al Señor que se paseaba en él.
Suplicábale aumentase el olor de las florecitas de virtudes que comenzaban a salir [...] y cortase las que quisiese, que ya sabía habían de salir mejores” (Vida 14,9).
Sobre el desasimiento se refiere a sí misma. “Me río de mí, del tiempo que tenía en algo los dineros y codicia de ellos [...] Si con ellos pudiera comprar el bien que ahora veo en mí, tuviéralos en mucho; mas veo que este bien se gana con dejarlo todo” (Vida 20,27). Y en cuanto a la humildad, ve que de suyo no tiene nada y por eso lo espera todo del Creador. Amor, desasimiento y humildad constituyen el distintivo asombroso de su vida entera.
Amor, desasimiento y humildad. Lección portentosa de Teresa para el hombre del siglo XXI, sobre todo en el mundo de la política, entendida como el arte del bien común, y más en el ámbito de la democracia, donde solo un esfuerzo sobrehumano consigue que el pueblo tenga la palabra.
Amor, desasimiento y humildad. Único antídoto apropiado contra la codicia, el despotismo y la violencia, actitudes que quitan todo crédito a los diálogos de paz.
El pueblo colombiano tiene la palabra para demostrar con hechos el dicho de Pascal, que el hombre supera infinitamente al hombre.
AUTOR: P. Hernando Uribe C., OCD
TOMADO DE: El Colombiano, 7 de octubre de 2016