El tiempo para Francisco Palau

El tiempo para Francisco Palau

Francisco Palau, narra con fuerza y dinamismo, su experiencia de amor con la Iglesia, su cosa Amada; dar importancia al tiempo, es fundamental en su vida, no se trata de ir de allá para acá sin rumbo y sin sentido; toda la existencia del hombre debe tener un objetivo que lo va marcando su experiencia y el grado de madurez que adquiere a lo largo del camino.

Para Francisco Palau, el tiempo es factor determinante en su experiencia de encuentro con su Amada, la Iglesia.

Veinte años hacía que te buscaba: te miraba y no te conocía, porque tú te ocultabas bajo las sombras obscuras del enigma, de los tropos, de las metáforas y no podía yo verte sino bajo las especies de un ser para mí incomprensible; así te miraba y así te amaba. Eres tú, ¡oh Iglesia santa, mi cosa amada! ¡Eres tú el objeto único de mis amores! ¡Ah! puesto que tantos años hacía que yo penaba por ti, ¿por qué te cubrías y escondías a mi vista? . ¡Oh, qué dicha la mía! Te he ya encontrado. Te amo, tú lo sabes: mi vida es lo menos que puedo ofrecerte en correspondencia a tu amor

El tiempo es una condición indispensable para alcanzar grandes o pequeñas metas.

Ocúpate con todas tus fuerzas en comerciar con piedras preciosas, y con el tiempo y el trabajo serás al fin buena comerciante.

Con el tiempo y la paciencia mucho se puede lograr.

Es un estado para prepararse para intensos momentos de trabajo, de descanso o de oración.

Para mí ahora es tiempo de orden y de paz, de oración y de reposo

Hijas mías, ahora es tiempo de trabajar y sacrificaros por los prójimos

El tiempo en Palau, no es un factor determinado por “la falta de algo por hacer”, sino momentos fuertes que deben separarse para ciertas necesidades del cuerpo y del alma. En él, un tiempo de retiro, de soledad, de silencio, no es “lo último que nos queda por hacer”, al contrario es lo primero que debe programarse, antes de emprender cualquier actividad.

El tiempo es la medida que usa Dios para irnos perfeccionando

“Todos los vivientes que existen en el tiempo adquieren su perfección en el tiempo, con el tiempo y poco a poco vemos este progreso. En las plantas, de la semilla se forma la planta y ésta crece en el tiempo, con tiempo y poco a poco. La planta da su fruto con tiempo, a su tiempo y poco a poco. En la perfección de nuestro cuerpo y de los demás animales, observamos este mismo orden: nace el animal y hace su gran incremento en el tiempo y con el tiempo, progresivamente y poco a poco. Nuestras almas obtienen su perfección del mismo modo que las plantas y los animales, es decir en el tiempo, con el tiempo, progresivamente y poco a poco, tal es el orden de la Providencia en la perfección de todos los vivientes que vivimos en el tiempo”.

Palau te reta a pensar qué haces con tu tiempo, con el tiempo para Dios.

De las veinticuatro horas ¿no tenemos una destinada a ordenar los pensamientos y dirigir una mirada a Dios, a Dios que nos mira, a Dios que no nos olvida, a Dios que desde allá en su eternidad piensa en nosotros? ¡Ah! y las veinticuatro horas enteras ¿se han de emplear en los negocios de la tierra, de la carne y de la sangre? ¿no es justo, no es racional el que consagremos una a pensar y mirar a Dios? ¡Qué digo yo! ¿una hora? ¿una hora y nada más? ¿qué impide el que comamos, trabajemos y obremos teniendo a Dios presente?