San José, un hombre de fe y de vocación de servicio

San José, hombre de fe y vocación de servicio

1.- San José nació para servir silenciosamente. En los evangelios no encontramos ni una sola palabra dicha por San José. Sin embargo, se nos dice que San José, obedeciendo al ángel, protegió a María contra los que hubieran podido lapidarla, al encontrarla embarazada antes de convivir con su esposo. También protegió al Niño, huyendo a Egipto para librarlo de Herodes. San José no pensó en sí mismo, ni reaccionó con orgullo herido, cuando comprobó que su prometida estaba embarazada. Sólo pensó en el bien de María y en defenderla contra sus posibles acusadores. Tampoco se preocupó de sí mismo, ni en las muchas dificultades del viaje, cuando el ángel le dijo que huyera a Egipto. Por lo poco que sabemos de San José, podemos deducir que fue una persona siempre al servicio de los demás, callada y silenciosamente. Es esta una virtud grande y difícil de practicar, porque a todos nosotros nos gusta pregonar nuestras buenas acciones. Espontáneamente, pensamos primero en nosotros mismos, antes que en los demás. Y nos gusta que los demás conozcan y valoren las cosas buenas que nosotros hacemos. Estas virtudes de humildad y vocación de servicio que tuvo San José son virtudes que nosotros debemos imitar y pedirle a Dios que nos las conceda. Es una buena oración que podemos hacer hoy, en la fiesta de San José.

2.- San José fue un hombre de fe. Hacía falta mucha fe para no creer lo que estaba viendo: que su prometida, embarazada, le había sido infiel. Él creía en María, porque la amaba apasionadamente, y creía en Dios, porque era su único Señor. Veía que María estaba embarazada, pero su fe en María le decía que ella no podía ser culpable de nada; sabía que Dios castigaba a las adúlteras, porque así lo decía la Ley, pero su amor a Dios le decía que Dios no podía castigar a María, porque esta siempre había querido ser una humilde esclava del Señor. Él creía firmemente que María le había sido fiel, porque sabía que María era fiel al Señor. Y actuó movido por la fe, consolado e iluminado por el ángel. Creyó interiormente, a pesar de todas las apariencias exteriores. No nos es fácil hoy a nosotros, hijos de la ciencia y de la experiencia, creer en las maravillas de Dios. Creer hoy para nosotros supone un profundo acto interior de fe, porque son muchos los que nos dicen que no es posible ver a Dios, con los solos ojos de la ciencia, en el universo. Tenemos que creer con los ojos del alma lo que no podemos ver con los ojos del cuerpo y eso supone un gran acto de fe. Que San José nos ayude en este día a ser personas de profunda fe.

3.- Día de las vocaciones sacerdotales. A la falta de fe y a la falta de vocación de servicio se debe, entre otras causas, la falta de vocaciones sacerdotales. Si nuestra sociedad educara a sus hijos en la fe cristiana y en la vocación de servicio, las vocaciones sacerdotales florecerían. Pero, desgraciadamente, no es así. Se educa a los niños para que triunfen social y económicamente, al margen de los valores cristianos. Pedir hoy por las vocaciones sacerdotales es pedir por una educación humana y cristiana, de acuerdo con el evangelio de Jesús de Nazaret. En este día de San José, pidamos al Señor que inspire a los padres y madres de familia, para que eduquen a sus hijos en la vocación de servicio y en la fe cristiana; sólo así podrán surgir dentro de la familia vocaciones sacerdotales.

4.- NOS HABLAS, JOSÉ
Con tu silencio como respuesta
y con tus pisadas, suaves y humildes,
nos muestras el camino de la fe.
Con tu silencio, obediente y puro,
hablas, más que con palabras, con tus propias obras.
¡Sí; José!
Acercarse a tu pecho es sentir el rumor de Dios
saber que, en la soledad y en la prueba,
es donde se demuestra la grandeza que presumimos
la verdad o la mentira de lo que somos.
Nadie como Tú, José, habló tanto en imperceptibles palabras:
Tu vida fue un canto a la obediencia
Tu caminar se convirtió en letra impresa
Tu sendero marcó un antes y un después
para los que, como Tú, queremos seguir dejando huella.
¡NOS HABLAS, JOSÉ!
Desde la bondad frente a tanto odio
Desde la fe ante las dudas que nos rodean
Desde el silencio cuando el ruido nos atenaza
Desde la responsabilidad
cuando caemos bajo el peso de nuestras fragilidades
¡NOS HABLAS, JOSÉ!
En sueños que, mirando al cielo, se convierten
en destellos divinos
En sueños que, mirando a la tierra,
nos empujan a ser decididamente rectos
En sueños que, en las noches oscuras,
disipan preocupaciones y horas amargas.
¡NOS HABLAS, JOSÉ!
Sin elocuencia pero con la verdad de tu vida
Sin ruido pero con la decisión de tu cayado
Sin, subidas o bajadas de ángeles,
pero con los pies en la tierra
Sin riqueza en tu hogar ni monedas en tu túnica
pero con el tesoro inmenso de tu fe sin límites.
¡Sí! ¡Así nos hablas, José!
Toda tu vida es páginas por escribir
de alguien que ya habló con su propia existencia.
Amén

AUTOR: Gabriel González del Estal