Confianza

Confianza

1.- Dios confía en el hombre, a pesar de nuestra fragilidad. El Señor confía y valora las capacidades humanas, los deseos sinceros de amar de José, de serle fiel. Por eso, en este día deseamos aprender primero de Dios que quiso contar con sus criaturas –fiado de ellas–para llevar a cabo su plan de Redención: la empresa más grande jamás pensada. También aprendemos de José que no defraudó a Quien había depositado en él su confianza. Jesús recibió de modo especial hasta su madurez los cuidados de José. El que era su padre ante la ley le transmitió su lengua, su cultura, su oficio… La confianza que Dios deposita en José pone de manifiesto hasta qué punto Dios valora al hombre. Somos ciertamente muy poca cosa, nos cuesta reconocerlo, al contemplar la fragilidad e imperfección humanas. Sin embargo, Dios no sólo ha tomado nuestra carne naciendo de una mujer, sino que se dejó cuidar en todo en su primera infancia por unos padres humanos; y luego, algo mayor, aprendió quizá sobre todo de su padre, José, las costumbres y tradiciones propias de su región, de su país, de su culto.

2.- José confía en María. La casa de José y María fue la escuela de valores donde Jesús creció en “edad, sabiduría y gracia”. Jesús aprendió de José de modo especial el oficio y así era conocido como el hijo del carpintero. Pero para entonces, cuando Jesús comenzó a ser conocido en Israel, muy posiblemente José habría fallecido. Las narraciones evangélicas no lo mencionan durante la vida pública del Señor. En su infancia, sin embargo, y antes incluso de su nacimiento, sí que nos hablan de José y de su fidelidad. Estando desposado con la Virgen María y comprendiendo que Ella esperaba un hijo sin que hubieran convivido, como era justo y no quería exponerla a infamia, pensó repudiarla en secreto. Así manifiesta su virtud: decidió retirarse del misterio de la Encarnación sin ofender a María y fue necesario que un ángel le dijera: José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, pues lo que en ella ha sido concebido es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.

3.- Nosotros confiamos en José. Es justo y cumple su misión calladamente. Como dice el evangelista, Dios puede contar con él. No se escandaliza de la concepción milagrosa de María, sino que se dispone, por el contrario, a hacer como el ángel le indica: al despertarse José hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su esposa. Y, sin que la hubiera conocido, dio ella a luz un hijo; y le puso por nombre Jesús. Y así comienza su misión de padre del Redentor según el plan divino. Una tarea sobrenatural –como deben ser todas las tareas humanas– que vivió confiando en Dios mientras veía que Dios había confiado en él. Tras la visita de los Magos, cuando humanamente podría parecer que las circunstancias mejoraban después de los accidentados sucesos en torno al nacimiento del Niño, un ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y estate allí hasta que yo te diga, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo. Él se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y huyó a Egipto. Allí permaneció hasta la muerte de Herodes. No sabemos cuánto tiempo permaneció en Egipto con Jesús y María; el suficiente, en todo caso, para que debiera instalarse establemente en un país extraño, emplearse en una ocupación para mantener a la familia, aprender posiblemente un nuevo idioma, otras costumbres…, y sin saber hasta cuándo…, pues el ángel sólo le había dicho: estate allí hasta que yo te diga… Nuevamente resplandecen la fe y la fidelidad de José. Le pedimos a él que nos consiga de Dios la gracia de una fe a la medida de la suya cuando cuidaba de Jesús y de María; una fe que nos lleve a sentirnos más responsables con Dios, que también se hace presente en nuestra vida y confía en el amor de cada uno. Por intercesión de José, en este Día del Seminario, pidamos a Dios que suscite vocaciones que colaboren a la extensión de la Buena Noticia del Evangelio.

AUTOR: José María Martín OSA