Me ha venido a la mente en la visita que todo cuanto se contempla aquí, incluso aquellos elementos más valiosos desde el punto de vista artístico, en el fondo no hacen más que atestiguar la fuerza de la presencia de Teresa en la cultura y la religión...
Impresiones acerca del museo carmelitano: ‘Teresa de Jesús en Alba’
Por concesión de la madre priora de las Carmelitas he transcurrido largos ratos de algunas jornadas en el convento paseando, observando con calma (incluso sentado), recorriendo una y otra vez cada una de las salas del nuevo museo, tomando notas y apuntando impresiones, dudas, intuiciones que me venían… un tiempo que me ha servido para hacer mi propia lectura e interpretación de lo que ahora se va a ofrecer a la contemplación de albenses, peregrinos, devotos y extraños.
Una tarde estuvimos juntos Roberto Jiménez, director de albadetormesaldia.es, el fotógrafo albense Rubén Vicente y un servidor preparando y documentando un detenido y puntilloso servicio gráfico que –espero- salga a la luz y así quede para siempre consignado en el papel. Porque sólo pensar que durante siglos han estado celosamente apartadas de nuestra vista, por las leyes de la clausura monacal, estas misteriosas habitaciones situadas detrás de la cabecera de la iglesia de las Madres, que las monjas y entendidos siempre llamaron los “camarines”, y que ahora por un cambio de mentalidad y exigencia de los tiempos, éstas serán accesibles a todos, esta novedad me produjo la honda satisfacción de pensar que nosotros éramos unos afortunados. Hasta ahora ésta era la zona más reservada y recóndita de la villa.
El sepulcro teresiano como foco integrador
Ahora sí que entiende uno mejor todo el complejo arquitectónico de las Madres Carmelitas, sobre todo el espacio de la iglesia y edificios anejos. Todo responde a una idea central, la de crear un ambiente sagrado y artístico en torno al sepulcro de Teresa que se convierte, por eso, en la clave de interpretación de cuanto se alza a su alrededor.
La decisión de ampliar la iglesia primitiva del 1571 (aquella de planta rectangular, como una larga sala), no destruyéndola, sino integrándola en otra de planta de cruz latina, con crucero, cúpula y zona del altar mayor mucho más amplia (1677), es lo que permitió cambiar por completo la situación del sepulcro teresiano que, de estar confinado en el frontal de una pared lateral dentro de un marco arquitectura fingida (bien visible todavía ), pasó a ocupar el centro del retablo mayor y, por lo tanto, ser así el punto de mira de la nueva iglesia, ahora mucho más espaciosa y larga de perspectiva. Pero esta operación de acondicionamiento, llamada la “obra real” (en parte costeada por la monarquía española) no terminó ahí, sino que conllevaba el acompañar la zona de culto y del sepulcro de una serie de aditamentos o espacios que acentuaran todavía más ese nuevo carácter de iglesia-santuario, donde todo debía girar en torno a la figura de Santa Teresa, cuya obra reformadora y la palabra escrita ya había penetrado toda Europa. Porque no se olvide un detalle, toda esta obra material que entre el siglo XVII y XVIII se va configurando en Alba de Tormes, coincide en el tiempo con la presencia cada vez más fuerte y autorizada de Teresa en la cultura, la teología y en la mística occidentales. Un fenómeno que, abinando en él a San Juan de la Cruz, los estudiosos definen como el tiempo de la ‘invasión mística’ en Europa por obra de la edición y traducción del pensamiento de estos dos grandes místicos castellanos.
De ahí que los llamados camarines alto y bajo, detrás del retablo mayor, respondan a la necesidad de crear otros espacios que, teniendo en cuenta la importancia del culto a las reliquias de los santos en la religiosidad barroca, sirviesen además para satisfacer este contacto visivo y concreto con la Santa: el bajo para poder contemplar las dos reliquias insignes del corazón y del brazo, que ya estaban separadas a pocos años de la muerte (¡maldita manía de trocear a los santos!), y así lo hemos hecho siempre hasta hace muy poco tiempo a través de esas dos puertas y ventanas situadas a los lados del altar mayor; el camarín alto, todavía más importante, para acceder directamente al sepulcro teresiano y, además, darle luz desde dentro a modo de transparente; es una función que antes no acabábamos de entender.
Estas habitaciones, pegadas a la iglesia, son como una prolongación de ella, pero con un destino diverso que, más que al culto oficial, a la liturgia (para eso estaba la iglesia), responden a otra necesidad más elemental, la de satisfacer ciertos niveles de la religiosidad popular que buscaba un contacto más cercano y tangible con su santa y así experimentar la realidad de su presencia e intercesión. Habrá que documentarlo si fue así, pero la presencia de una escalera interior que nace cerca del presbiterio de la iglesia, la llamada ‘escalera del Duque’ (hasta ahora tapiada), puede indicar que en el proyecto original estaba previsto el acceso directo del pueblo al camarín alto para venerar el sepulcro, y que una aplicación en exceso de la ley de la clausura lo ha impedido por tanto tiempo. De este modo se recupera ahora el sentido de este lugar pensado para que devotos y peregrinos subieran al camarín y venerasen de cerca el sepulcro.
Frutos y resultados del movimiento teresiano
Me ha venido a la mente en la visita que todo cuanto se contempla aquí, incluso aquellos elementos más valiosos desde el punto de vista artístico, en el fondo no hacen más que atestiguar la fuerza de la presencia de Teresa en la cultura y la religión. Cada siglo ha ido dejando su huella. Y el paso de tantas personas por este lugar no ha sido infructuoso, porque cada uno ha querido perpetuar su admiración y agradecimiento hacia esta mujer donando detalles y objetos que ayudaran a convertir estas habitaciones en un verdadero santuario teresiano, donde todo, incluso hasta la decoración mural, sirviera para su esplendor y dignificación. El conjunto armonioso que hoy contemplamos es el fruto más evidente del paso de ese perenne teresianismo español y europeo por Alba de Tormes.
Quiero decir con esto que lámparas votivas de plata, muebles preciosos, imágenes, colecciones de cuadros y otros tantos detalles tienen detrás tanta historia de una vinculación afectiva con Teresa de Jesús.
Cito algún ejemplo: hay dos magníficos muebles (compuesto cada uno de mesa y armario bufete) en madera noble e incrustaciones de cristal esmerilado y cuya proveniencia de factura es napolitana. No tienen referencias religiosas precisas, sino nada más el deseo de adornar la sala más noble del conjunto, el camarín alto. ¿Por qué están aquí? No sólo porque alguno de los duques de Alba fuera virrey de Nápoles, o porque el III conde de Peñaranda de Bracamonte, que era devotísimo de Santa Teresa, lo haya regalado cuando fue también virrey; es que además Santa Teresa es patrona del reino de Nápoles desde el 1664. Todo este contexto explica mucho mejor la presencia en el convento de semejante regalo. Lo mismo ocurre si contemplamos la magnífica colección de cobres pintados (más de 30) que se exponen en la sala contigua al sepulcro, algunos de los cuales hasta podemos identificar (13 del pintor holandés Abraham Willensen, 1610-1672). Puede ser que hayan sido encargados expresamente para adorno del convento y sepulcro. Por cierto, entre ellos hay un cobre en forma de tondo ovalado, con el marco de plata y figurando en él la paloma con el ramo de olivo en el pico, que es el emblema de los Pamphili, familia a la que perteneció el Papa Inocencio X, aquel papa inmortalizado por Velázquez en su etapa romana. Podemos imaginar ya de dónde ha venido.
Merece especial atención todo lo relacionado con la familia ducal de Alba, los Álvarez de Toledo. Alguna de las lámparas de plata es regalo suyo. Una duquesa de Alba consignó en testamento el deseo de que, al morir, extrajeran su corazón y lo depositaran junto al corazón de santa Teresa en el camarín bajo. Pues allí se encuentra todavía debajo del pavimento de mármol. Pero en el camarín alto también hay un detalle que no debe pasar inadvertido: por encima del arco del sepulcro campea el escudo ducal, único lugar donde lo encontramos dentro de este recinto conventual. Los duques no son patronos del convento, pero se ve que en la reorganización de esta zona sepulcral ellos jugaron un papel fundamental. Y es que el arquitecto de la última configuración del sepulcro teresiano, tal y como hoy le vemos, fue el arquitecto de casa, el francés Jacques Marquet, el mismo que hizo el palacio ducal de Piedrahita. No en vano les dieron este derecho de plantar aquí su escudo de armas y de conservar siempre un juego de las llaves del sepulcro. Pienso que en la villa hay pocos lugares como éste que conserve la huella de esas relaciones cordiales entre Santa Teresa y esta familia. Así hasta después de muerta.
Una obra unitaria y armoniosa
En otros casos podemos constatar detalles de interés, el cómo en un determinado tiempo (entre la segunda mitad del siglo XVII y primera del XVIII), mientras se hacía la obra de ampliación y consolidación de este lugar, bastantes talleres y artistas han debido trabajar para Alba (canteros, escultores, pintores, ensambladores de retablos, carpinteros…) con el fin de embellecer –cada uno desde su especialidad- este santuario. No todos deben haber trabajado aquí, también lo han hecho desde sus propios talleres o escuelas locales.
Pero digo esto porque nos damos cuenta enseguida de que hay obras que responden a una comisión expresa o encargo específico con destino a este lugar (incluso en los temas reproducidos) por parte del convento o de algún benefactor. Y así nos hallamos con algunas composiciones que nacen de la idea de un proyecto artístico global para dar unidad y armonía a ciertos espacios que requieren una atención especial. Esto podemos verificarlo en la serie de lienzos en torno a las gracias místicas de santa Teresa, todos en el camarín alto haciendo de corona al sepulcro; en otra serie de lienzos, copias de Murillo, dedicados a la infancia de Cristo en el camarín bajo; igualmente en los lunetos del techo abovedado con escenas de la vida de santa Teresa, tan frecuentes por todo el convento (muy bueno el de la muerte del camarín alto). Llama la atención incluso la colección de imágenes del Niño Jesús que se exponen en hornacinas de una misma factura y con idénticos marcos de madera estofada en oro.
Eso quiere decir que ciertas obras de arte han sido pensadas y ejecutadas para este lugar, de modo que ayudasen a narrar y explicar estéticamente el sentido del mismo. Se ha logrado de esta forma componer un cofre artístico para envolver y admirar la personalidad, la experiencia mística, la obra reformadora y la dimensión literaria de Teresa de Jesús. Así, estos camarines vienen a ser como un ámbito precioso de tema teresiano construido a través del arte y de la devoción.
El misterio de las llaves del sepulcro
Es algo accidental, pero hemos oído frecuentemente a nuestros abuelos hablar de este tema con un cierto halo misterioso: hasta que no se juntan todas las llaves (¿cuántas?), no se puede abrir el sepulcro de santa Teresa. ¡No es cosa fácil!
La respuesta más verosímil a esta curiosidad se hace mucho más creíble ahora, ya que se puede contemplar desde cerca no sólo la suntuosidad del sepulcro (en mármol toledano y bronce), sino además la forma en que está ensamblada toda la máquina que lo compone.
Ahora ya se ven perfectamente los agujeros de las llaves de la reja externa de hierro (3), más los otros agujeros de las llaves de la tapa de bronce (3). Mientras que no se ven –claro está- los propios del arca interior de plata. Pero enseguida nos damos cuenta de que la seguridad del sepulcro (si es posible hablar así), funciona en forma de pacto tácito o de acuerdo de compromisarios que representan a aquellas partes interesadas. Son, por eso, 3 juegos de llaves distribuidas entre cada uno de los representantes y que corresponden en cada juego a idénticos sectores del monumento sepulcral (reja exterior + arca externa de mármol + arca interior de plata). En realidad la totalidad de las mismas llega hasta 10 y están distribuidas así: 3 llaves tiene la priora de las carmelitas de Alba (convento); 3 llaves el superior general de la Orden en Roma (orden carmelitana); 3 llaves la casa ducal de Alba (villa), más una cuarta del arca de plata que detenta simbólicamente la monarquía (España). Esto quiere decir que cuando se decide abrir el sepulcro teresiano (la última vez en agosto del 1914), conseguido previamente el permiso vaticano, necesariamente se han de juntar los compromisarios y entregar las llaves que poseen para poder ir abriéndolo en cada una de sus partes.
Digamos que esto que nos resulta un tanto arcaico tiene su explicación. Se hace así con el fin de evitar arbitrariedades y la sustracción indebida de reliquias, por eso existe este sistema de guarda y protección compartida. Tiene también su encanto esta forma de proceder, que no es única en la tumba de Santa Teresa, sino que es muy frecuente en el caso de reliquias y sepulcro de tantos santos y personajes históricos.
Enmienda y propósito
Algo que no pasa desapercibido al visitante atento es la cantidad y calidad del material aquí expuesto y que de una u otra forma tiene relación con Santa Teresa. Pero éste tampoco puede dejar de pensar en las monjas carmelitas de este convento que, a pesar de las guerras, de los robos, de la precariedad y necesidades materiales que han sufrido en tantas ocasiones, ellas han sabido conservar íntegro este patrimonio sin caer en la tentación de venderlo o mutarlo de lugar. No se han servido de este legado teresiano para su propio provecho. Y la decisión actual de exponerlo adecuadamente (porque está muy bien expuesto!), si cabe, aumenta la consideración hacia ellas, porque además nos lo han transmitido en mejores condiciones, bien restaurado y asegurada su conservación. Alba de Tormes debe a Santa Teresa y al Carmelo un conjunto monumental y artístico impresionante, y que viene a ser el punto de referencia más importante que tiene de cara al exterior, puesto que Teresa es una figura universal.
Por eso deberíamos enmendar página y hacer el propósito de salir de esa frialdad y desinterés con que vivimos y reaccionamos ante nuestro pasado. Nadie en Alba de Tormes debería quedarse sin visitar estos lugares teresianos para conocer y valorar el patrimonio cultural que tenemos entre nosotros, porque lo dice muy bien el título del museo, es nada menos que Teresa de Jesús en Alba. Hay que buscar día, tiempo y hora para efectuar una detenida visita. Sería la mejor manera de demostrar un reconocimiento agradecido hacia santa Teresa y hacia las moradoras de este convento.
TOMADO DE: Página Alba de Tormes al día
SITIO WEB: http://albadetormesaldia.es/2012/03/27/un-cofre-artistico-para-teresa-de-jesus/