Este milagro, o signo, como llama Juan a los milagros de Jesús en su evangelio, se realiza dentro de un contexto muy especial. Hay una mentalidad de pecado, en la que se mueve todo Israel, incluso sus discípulos: Todo aquello que sea enfermedad o defecto es signo de pecado...
REFLEXIÓN 2:
El ciego de nacimiento
Este milagro, o signo, como llama Juan a los milagros de Jesús en su evangelio, se realiza dentro de un contexto muy especial. Hay una mentalidad de pecado, en la que se mueve todo Israel, incluso sus discípulos: Todo aquello que sea enfermedad o defecto es signo de pecado. Esto porque hay también una concepción de Dios muy particular, “Dios todo lo hizo bueno”, y así, lo que salga de esa bondad de Dios, es consecuencia del pecado.
En esta mentalidad se mueven incluso los discípulos de Jesús: “Maestro, ¿Quién ha pecado, él o sus padres, para que haya nacido ciego?”. Esta mentalidad, es como una gruesa pared que no deja ver que Dios también actúa o se descubre en lo que “no aparece bueno o sano”.
La experiencia que tiene Jesús de su Padre es diferente, y responde a partir de ella: “Ni él ni sus padres han pecado, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios”. Es como si dijera que incluso la oscuridad es ocasión para que la luz llegue, brille e ilumine a las personas. Como si pidiera no rechazar nada; en cada cosa hay bondad, sobre todo en una persona. Como nos decía en su conferencia el P. Javier, Jesús mira sobre todo la persona, sea una samaritana o un ciego repudiado por su enfermedad, signo de su pecado. Él quiere salvar a la persona y hará todo lo posible para reconstruir la imagen y semejanza que hay en la persona y que puede estar dañada.
2. Una nueva creación: El encuentro que provoca la transformación
Es eso lo que hará con el ciego. Jesús usa el barro, como un signo de recreación. Como si tomara en sus manos la vida del ciego y lo moldeara una vez más. Hay una nueva creación. Cuando Jesús actúa en la persona y toca su corazón siempre hay una re- creación en ella. Lo vuelve a hacer, como el Génesis, con el barro en sus manos. Por eso Pablo dirá que los que han creído en Cristo “nuevas criaturas son”. Pero en esta re- creación, a diferencia de la primera, el hombre tiene un papel, una responsabilidad. Es decir, en la nueva creación entra la libertad humana. Por eso el ciego debe ir a lavarse a la piscina de Siloé, con todo lo que ello implica. Además si nos ubicamos en la escena, después que Jesús responde la pregunta de los discípulos y se afirma como LUZ, no aparece nadie más que el ciego y él; los demás personajes desaparecen del entorno. Están ellos dos, solos. El evangelista nos dice con ello, que la nueva creación siempre se da por un encuentro personal, entre Jesús y cada uno de nosotros.
Cada uno es partícipe de su “segunda creación”, aunque a veces no tengamos plena conciencia de ello. El ciego no sabía que Jesús lo está curando. Quizás, hasta protesta, como se ve en algunas películas… le duele, sufre. La segunda creación tiene consigo esos elementos. Tal vez por eso en ocasiones nos cuesta dar el paso y dejarnos hacer nuevamente por las manos del Señor. Puede producirse el dolor; cambiar, romper estructuras, formas de pensar y ver la vida… no es fácil, hay dolor y sufrimiento.
Sin embargo parece que nuestro amigo el ciego acepta esta nueva creación, y recibe unos ojos nuevos, porque los anteriores no le permitían ver nada, no conocía nada. Pero la novedad que recibe no se reduce a los ojos. Él aparece como una persona completamente distinta. Cuando Jesús lo ve es una persona totalmente pasiva, está sentado, pero poco a poco, conforme vaya desarrollándose la trama del texto, irá cobrando gran protagonismo.
Esa novedad que vive el ciego de nacimiento, se expresa claramente en todas sus acciones, desde el principio. Al volver con vista, después de lavarse en Siloé, el que había sido ciego encuentra a sus vecinos y conocidos, y los que lo ven dudan si realmente es él quien pasaba el tiempo sentado, pidiendo limosna. ¿Tanto ha cambiado? Si sólo fue curado de la ceguera, ¿por qué no lo reconocen?
El ex ciego ya es otra persona. El encuentro con Jesús siempre cambia la vida, ahora él puede ver, y no sólo lo aparente, sino en profundidad. Yo me imagino a un hombre gozoso; nunca ha visto ni la luz ni los colores, siempre ha vivido en oscuridad… y ahora puede ver. Es el paso de las tinieblas a la luz, lo que cambia a la persona. Hay razón para estar alegre. Le preguntan cómo sucedió, él lo narra: “Ese hombre que llaman Jesús”. No conoce a Jesús, es un desconocido, lejano… otros lo llaman Jesús. Pero “yo aún no me he apropiado ni de su nombre”. Jesús no significa gran cosa para él.
3. El juicio y la condena: ¿juzgado por ver?
Pero la curación causa alegría al ciego y asombro a los vecinos y conocidos, a otros, a las autoridades judías, les causa temor. Nos encontramos con una gran ironía, lo que debería ser alegría, la curación de una persona, es causa de conflicto y de acusación. Aunque quizás tengan razón; este hombre ha empezado a ver, y en una sociedad de ciegos, eso un peligro.
Hoy también, los profetas y visionarios son peligrosos. Esta gente puede ver lo profundo de los corazones, y esto, en un mundo revestido de falsedad, no conviene.
Y así, por el peligro que implica la visión del que era ciego, éste es llevado a la presencia de los fariseos, que aparecen como la instancia legal, como los jueces de la religión. Y es que, además, para mal de todos, el ciego fue curado en sábado, un día en que no se puede quitar la mirada de Dios. Lo demás no es importante para ellos.
El ciego es interrogado por los fariseos, y su respuesta es contundente: “Me puso barro en los ojos y ahora veo”. Ante esta actitud los fariseos son de opiniones diversas. La persona de Jesús y su obra hacen vacilar la seguridad de los fariseos. Y es que ante Jesús se da necesariamente una definición; nadie puede ser indiferente ante su persona, o se está a su favor o en contra de él.
Y los fariseos le preguntan, “¿Y tú qué dices de él?”. Parece que quieren quitarse la responsabilidad de dar un veredicto… El ciego responde ahora con mayor seguridad “Es un profeta”. Su respuesta no es fruto de lo que han dicho otros… es una respuesta personal, que surge desde una convicción. Ahora sabe que Jesús es un profeta… pero aún le falta recorrer un gran tramo. Ha avanzado en el camino de la fe y ahora, su misma vida, su experiencia, le da mayor capacidad para reconocer a la persona de Jesús. Es como si la Palabra nos enseñara que es en la vida donde aprendemos procesualmente a reconocer a Jesús. Poco a poco, con las experiencias de cada día, vamos aprendiendo a dar una respuesta personal a lo que él es para nosotros. Lo llamativo es que ese proceso de conocimiento de Dios se da en un contexto de conflicto, de oposición,… como si el texto nos dijera que es allí, en la dificultad donde podemos crecer y conocer a Jesús, aunque aparentemente esté ausente.
Pero a los judíos no les satisface esa respuesta. Pareciera que quieren negar lo evidente. Tapar el sol con un dedo y adecuar la verdad a sus criterios y forma de ver. No aceptan que Dios también se puede manifestar fuera de sus esquemas. Creen que saben mucho de Él… piensan que lo dominan y manejan a su antojo. Eso también puede pasarnos cuando no nos dejamos interpelar por la novedad de un Dios que sigue manifestándose de formas vivas y actuales, cuando creemos que Dios se queda sólo en el templo o en nuestras celebraciones y no lo podemos encontrar en la vida de cada día.
Los principios en los que apoya su doctrina se tambalean ante lo sucedido, y llaman a los padres con la oculta esperanza de que el hecho sea un fraude. Los padres responden a las preguntas afirmativamente, pero no saben cómo recuperó la vista. Pero además el texto nos dice que hay una amenaza para quien reconozca a Jesús como enviado de Dios: quien lo haga será arrojado de la sinagoga. TODOS ESTAN DOMINADOS POR EL MIEDO. Esto implica dos cosas, por una parte, que los dirigentes creen que tiene la autoridad para decidir quién tiene acceso a Dios y quién no, y todo según sus criterios, olvidando que “Dios es espíritu y los verdaderos adoradores le adorarán en Espíritu y en verdad”. Y por otra parte, implica que las personas quedan excomulgadas de la vida de fe y de la comunidad. Para ellos estar fuera de la institución es estar privado del acceso a Dios… no podrían vivir así… por eso los padres del ciego dan una respuesta prudentemente evasiva…
La realidad de la curación es indiscutible. Y ante esto, los fariseos han unidos fuerzas. En realidad, no les importa conocer la verdad, sino desautorizar a Jesús, ponerlo en ridículo… "Llamaron por segunda vez al que había sido ciego". Y, apelando a su propia autoridad -"nosotros sabemos"-, pretenden que reconozca como verdadero el juicio que ellos hacen de Jesús. Es una coacción. Quieren imponerle la idea que tienen de Dios, pisoteando la experiencia del hombre. Se atreven a negar lo evidente por defender sus posturas. Y esto en nombre de Dios.
El interrogado no accede a las pretensiones de los judíos. No puede negar su experiencia: "Si es pecador no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo". No puede negar lo evidente. Insisten.
Ante tanta terquedad, el que fue ciego usa la ironía y les pregunta: “¿También vosotros queréis haceros discípulos suyos?”. Los fariseos advierten bien el sarcasmo, y responden con insultos; ellos son "discípulos de Moisés". Su ceguera y separación de Jesús va en aumento.
Amparados en la ley se empeñan en encasillar a Dios en una ideología suplantando su novedad. Olvidan que a Dios no se le puede manejar, no se le puede recluir en 4 ideas y desde allí deducir todo. Quizás algo parecido como cuando queremos manejar a Dios para que haga nuestra voluntad, o presentamos la nuestra como la divina.
El que había sido ciego no se deja intimidar por los insultos y ridiculiza el argumento de los fariseos. Sus palabras son sencillas pero certeras. La curación ha transformado su vida. Ahora que ve no hay argumento que lo haga callar y dejar de anunciar la verdad que ha descubierto. Porque "sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad". Si escuchó a Jesús, lo que es evidente, es porque "viene de Dios".
Ante esta lección los fariseos se sienten acorralados y pasan al insulto. No discuten sus argumentos porque son irrebatibles. ¿Cómo se atreve este pobre ignorante, que nació lleno de pecados, a enseñarles a ellos, sabios y doctores de la ley? Lamentablemente ellos no tienen nada que aprender.
"Y lo expulsaron". Es la única forma de poner fin a la discusión con este rebelde. Los que quieren ver que se vayan lejos de la comunidad de los ciegos. Si ven son un peligro para los otros.
4. El verdadero juicio: Un discípulo… muchos pecadores
Ahora, el que era ciego, está solo, parece que lo han abandonado todos: los padres, los vecinos, los responsables religiosos, la comunidad. Parece que ya no le queda nada; todos los males le han venido después de recuperar la vista. En realidad, todo ha sido una preparación para el encuentro final. Todavía está Jesús, no está solo. Ahora que ha crecido en la fe se encuentra nuevamente con Jesús. Ahora posee una fe que ha sido probada y purificada. Jesús no se había desentendido del que había recobrado la vista. Se enteró "que lo habían expulsado" y fue a su encuentro. De nuevo la iniciativa es de Jesús.
"¿Crees tú en el Hijo del hombre?" "¿Y quién es, Señor, para que crea en él?" "Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es". Jesús se le revela como Mesías… "Creo, Señor". Y se arrojó a sus pies.
Jesús ha sido para él, sucesivamente, "ese hombre", "un profeta", "el que viene de Dios" y "Señor". Ha llegado al final del camino. Poco a poco, a base de aguantar firme, ha llegado a comprender que Jesús, el que le abrió los ojos, tiene mucha más luz para darle: porque es la luz misma que nunca se apaga, que vale la pena seguir, porque es la respuesta a toda oscuridad, a toda inseguridad...
Ahora el ex ciego puede ser discípulo de Jesús; tiene los ojos y el corazón distintos. Puede, como Jesús, ver la corrupción que hay en su entorno. Y además porque ha experimentado la salvación en su propia vida. Ha sido liberado, y por eso alcanza la fe. Es cierto, sólo llegamos a ella cuando experimentamos la acción de Dios de manera concreta y personal; y lo hacemos con libertad, porque el mismo Cristo nos ha liberado.
Termina el capítulo con una fuerte acusación a los dirigentes religiosos de Israel. El verdadero juicio y su sentencia se dan al final del pasaje. El pecador no es el ciego; él fue liberado y ahora ve. Los verdaderos pecadores son los que no viendo dicen que ven. En ellos el pecado permanece porque no tienen la capacidad ni la voluntad de reconocer su ceguera. Jesús no ha venido a juzgar, pero su misma presencia confronta, delata las verdaderas intenciones del corazón y obliga a definirse, a tomar una opción por Él o contra Él. Ante Jesús están las dos opciones, la del ciego y la de los fariseos. Cada uno elige abrir los ojos o mantenerlos cerrados; dejar actuar a Dios en su vida o dejarle pasar de largo.
Conclusión
El dejarnos re-recrear por las manos de Dios puede ser difícil; implica romper con ciertas estructuras y costumbres que se han enquistado en nosotros. Romper con la pasividad a la que nos hemos acostumbrados; empezar a ser protagonistas de nuestra relación con Dios. Esto no exime de sufrimiento y adversidad; de momentos de silencio y soledad, en los que parece que Jesús ha desaparecido y nos ha olvidado. Sin embargo, si perseveramos, Él siempre se hace presente para dar plenitud.
Este pasaje bíblico bien puede invitarnos a dejar a Dios ser Dios, a romper con la tendencia de querer manejarlo según nuestros caprichos o conveniencias. A veces no entendemos sus caminos ni sus formas; tal vez el ciego tampoco entendió por qué Jesús ponía barro en sus ojos. Pero el barro fue el medio de su sanación – salvación. Necesitamos confiar en Él, nadie como Él sabrá lo que más nos conviene. Quizás también el barro puede traernos la luz, y nuestras carencias y pobrezas ser lugar para que se “manifiesten las obras de Dios”.