Una de las características del día de la carmelita es que pasa envuelto en alegría. Alegría que no está exenta de cruz. La purificación del corazón es constante y sólo la humildad que se adquiere poco a poco mirando a Jesús crucificado va modelando su corazón...
La carmelita se despierta muy temprano para alabar al Señor. A lo largo del día se van alternando los rezos litúrgicos en comunidad y la oración personal donde en un diálogo íntimo con Dios intercede por la Iglesia y toda la humanidad.
La Eucaristía ocupa el lugar central, es fuente y cima desde donde brota toda la fuerza interior y sabiduría para vivir.
El trabajo es un aspecto de la pobreza, se realiza en silencio en un continuo diálogo de amistad con Jesús. Teniendo en cuenta las capacidades de las hermanas cada una procurará poner sus dones a disposición de la comunidad.
Los ratos de fraternidad son también tiempos fuertes en el día de la carmelita. El silencio deja paso al compartir fraterno donde la alegría, el cariño y el diálogo van uniendo entrañablemente a las hermanas. Cada una procura dar lo mejor de sí saliendo de sus interesas personales para contentar a las demás.
Al caer de la noche con el rezo de Completas la jornada llega a su fin y si algo ha podido herir a la otra, el perdón restaura las relaciones.
La intercesión, y la acción de gracias están siempre presentes en la oración de la carmelita. Su vida es misionera, ella sabe por fe que todos sus actos son fecundos en la vida de los demás. No ve la obra ni los frutos pero en su corazón experimenta paz y gozo sabiendo que el Señor toma su vida para hacer el bien en muchos corazones desde lo escondido.
Una de las características del día de la carmelita es que pasa envuelto en alegría. Alegría que no está exenta de cruz. La purificación del corazón es constante y sólo la humildad que se adquiere poco a poco mirando a Jesús crucificado va modelando su corazón a semejanza a del Maestro.
La Virgen María es madre, amiga y compañera en el día de la carmelita. Ella le enseña el amor a su Hijo Jesús, el silencio interior, la delicadeza en el trato y el guardar todo en el corazón, incluso aquello que no comprende o que la hace sufrir.
La carmelita se goza con sus hermanas ellas son ahora su verdadera familia, caminan juntas hacia un mismo ideal. Día a día los lazos se van estrechando teniendo siempre por centro a Jesucristo.