Ratzinger da al mundo con su renuncia una lección magistral de responsabilidad, humildad, inteligencia y generosidad. Es responsable, pues, por la edad avanzada, "ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino". Es humilde, que...
Amar es una decisión y renunciar también. Decidir es determinar o fijar los términos de una cosa, como dejar en otras manos la tarea de ser papa, como acaba de hacer Benedicto XVI.
Yo he sido un lector apasionado de J. Ratzinger, el hombre que hizo de la teología la pasión de su vida. En 1968 el mundo teológico recibió este regalo: "Introducción al cristianismo", un libro de frescura, claridad, profundidad y precisión admirables.
Leemos, por ejemplo: "El Dios de la fe se caracteriza fundamentalmente por la categoría de relación. Es amplitud creadora que todo lo transforma. Surge así una nueva imagen y una nueva ordenación del mundo […] La suprema forma de ser lleva pareja la relación [...] poder que crea, sostiene y ama todas las cosas".
Ratzinger corrobora con su renuncia al papado el sentido de lo que escribió hace 40 años para un diálogo ecuménico: "Todo lo pensado hasta ahora tiene sentido en cuanto instante de la totalidad […] La verdad es función del tiempo […] Bajo este punto de vista, la fidelidad a la verdad de ayer consiste en abandonarla, en ‘superarla’, elevándola a la verdad de hoy. Superar es la forma de conservar. Lo constitutivo de ayer sólo permanece hoy en cuanto superado".
Ratzinger da al mundo con su renuncia una lección magistral de responsabilidad, humildad, inteligencia y generosidad. Es responsable, pues, por la edad avanzada, "ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino". Es humilde, que es el reconocimiento de su limitación. Es inteligente por la claridad con que ve la realidad para tomar la decisión acertada. Y es generoso porque sabe dejar en otras manos el poder y el prestigio de ser papa.
Benedicto XVI sabe que su gesto es ‘una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia’, lección que los gobernantes del mundo entero tienen por aprender, dejar el paso a otro que cumpla en forma competente el manejo del bien común.
Ratzinger sabe mucho de relación, el fundamento de todo, empezando por Dios, que es Trinidad. "El Dios de la fe se caracteriza fundamentalmente por la categoría de relación. Es amplitud creadora que todo lo transforma […] La suprema forma de ser lleva pareja la relación" (Introducción al cristianismo).
Convertir la relación del yo consigo mismo, con los demás, con el cosmos y con Dios en comunión, ley suprema del amor, el mandamiento nuevo de Jesús, es la lección maravillosa que Ratzinger nos deja.
AUTOR: P. Hernando Uribe Carvajal, OCD
TOMADO DE: El Colombiano, 15 de febrero de 2013