Primavera, Resurrección

Primavera, Resurrección

Juan Ramón Jiménez (1881-1958), poeta exquisito, premio Nobel de Literatura 1956, escribió un libro titulado “Sonetos espirituales”. Uno, Primavera, comienza con este cuarteto: “Abril sin asistencia clara fuera / invierno de caídos esplendores; / mas aunque abril no te abra a ti sus flores, / tú siempre exaltarás la primavera”.

No sabemos a la asistencia clara de quién se refiere, pues el suyo es “un dios inmanente”, un “dios-conciencia” que mora en su interior. El poeta se forja su propio dios, al cual debe referirse en este soneto, y más cuando continúa así: “Eres la primavera verdadera; / rosa de los caminos interiores, / brisa de los secretos corredores, / lumbre de la recóndita ladera”.

Como si una nostalgia profunda invadiera su mirada, si por nostalgia entendemos pena de verse ausente de la patria o de los deudos y amigos.

En un relato autobiográfico Juan Ramón cuenta cómo durante siete años de campo en Moguer, su tierra natal, leyó mucho a Santa Teresa de Jesús y a San Juan de la Cruz. De hecho uno de sus primeros libros se llama: “La soledad sonora” (1909), verso afortunadísimo del poeta místico.

Mayo abre en mí nuevos horizontes, los de la primavera, que es reverdecer constante de las plantas en procura de vida sin fin, la resurrección. Mayo y primavera dicen lo mismo de distinto modo: vida que nace, camino de la madurez hacia la plenitud. Dimensiones humanas que la resurrección, la vida en plenitud, lleva a su punto culminante.

La delicia juntar abril, primavera, plenitud y resurrección, y más si estas palabras se refieren a Jesús, a quien, cuando “exhaló el espíritu”, se refirió el centurión exclamando: “Verdaderamente este hombre era hijo de Dios” (Marcos 15,39). Encarnación perfecta de mayo primavera y resurrección.

Llamar a Dios la primavera verdadera es algo maravilloso. Ahora bien, por muy esplendorosa que sea la primavera, Dios no se parece a ella, ella se parece a Dios. Cuanto más sé de Dios, porque cultivo con esmero mi relación de amor con Él, la oración, más sé qué es la primavera.

En realidad, la primavera no me lleva a Dios, como acostumbro creerlo, Dios me lleva a la primavera. Si la primavera no es fruto de mi fantasía, mucho menos Dios. Por lo cual, me intereso en hacer cada día más amorosa mi relación con Él.

Poeta exquisito por su sensibilidad de la belleza en la palabra acompasada, Juan Ramón será ya un habitante de la primavera verdadera por toda la eternidad. Anhelo por excelencia aun del más ateo corazón.

AUTOR: P. Hernando Uribe C., OCD
TOMADO DE: El Colombiano, 27 de abril de 2018