La resurrección

La resurrección

El hombre es un compuesto de cuerpo y alma, dimensiones distinguibles, no separables. Cuerpo es el hombre todo entero visto desde su exterioridad, y el alma el hombre todo entero según su interioridad. Interioridad y exterioridad forman unidad esencial, presente en todo cuanto el hombre siente, piensa, dice y hace.

El hombre no hace nada únicamente con el cuerpo o únicamente con el alma. Trabaja y come, estudia y ora en cuerpo y alma. Es maravilloso ver a alguien orando con todo el cuerpo o comiendo con toda el alma.

Somos una unidad compleja con cuatro dimensiones esenciales, dinámicas, simultáneas y recíprocas: nacimiento, vida, muerte y resurrección. Nacemos, vivimos, morimos y resucitamos simultánea y dinámicamente. Al nacer comenzamos a morir y al morir acabamos de nacer y resucitar.

Tengo la tarea de moldear mi nacimiento, vida, muerte y resurrección, y la cumplo amándome, es decir, haciendo unidad conmigo mismo, con las personas y las cosas, y en especial con Dios, mi Creador, que va conmigo dándome amorosamente en cada momento la existencia.

Con Jesús, la palabra resurrección adquiere un sentido nuevo: la unidad de Dios con el hombre, del hombre con Dios. Por tanto, todo gesto mío de cultivar mi relación de amor con Dios, la oración, es comenzar a vivir desde ya la resurrección.

Un día Jesús hace esta confidencia a su amiga Marta: “Yo soy la resurrección. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás” (Jn 11,25-26). Quien toma en serio esta afirmación da un cambio radical a su existencia, pues para Jesús la resurrección no es revivir un cadáver, sino alcanzar vida en plenitud, el Creador aconteciendo amorosamente en su criatura.

Jesús es la resurrección, es decir, el hombre culto por excelencia porque cultiva con esmero infinito su relación de amor consigo mismo, con los demás, con el cosmos, y sobre todo con Dios, su Padre, “Yo y el Padre somos uno”.

A esto se refiere Romano Guardini en su hermoso libro “El Señor”. “La actitud de Jesús frente al mundo es muy distinta de la nuestra. Ante los hombres, no se comporta como un hombre cualquiera. Ante Dios, su actitud no es la de un creyente. Ante la comprensión de sí mismo, es decir, de su propia existencia, ante la vida y la muerte, Jesús no reacciona como cualquiera de nosotros. En todos estos aspectos actúa ya el hecho de la resurrección”.
Dios todo en todo. He aquí la resurrección.

AUTOR: P. Hernando Uribe C., OCD
TOMADO DE: El Colombiano, 15 de abril de 2017