Una fotografía verbal

Abrazo Padre Hijo

Un padre tenía dos hijos. El menor le pidió la parte de su herencia “y se marchó a un país lejano”, el de la codicia y el libertinaje. Y allí se gastó todo. Ya en la miseria, fue a cuidar cerdos, sin que le fuera posible alimentarse ni siquiera con las algarrobas que comían los cerdos...

 


 

Jesús fue un contador de historias, llamadas parábolas. Insólita era su habilidad para tomar fotografías verbales de la vida real. Su elocuencia soberana ponía al trasluz el alma de las personas y las cosas, dejando al descubierto el secreto de toda intimidad, que él mismo llenaba de luz, como hace el sol con la alborada.

Una de sus fotografías verbales es la parábola del hijo pródigo (Lucas 15, 11-32). A Jesús lo tienen por subversivo por acoger a pecadores y comer con ellos. Responde contando la parábola del hijo pródigo, página inmortal de la literatura, la religión y la mística.

Un padre tenía dos hijos. El menor le pidió la parte de su herencia “y se marchó a un país lejano”, el de la codicia y el libertinaje. Y allí se gastó todo. Ya en la miseria, fue a cuidar cerdos, sin que le fuera posible alimentarse ni siquiera con las algarrobas que comían los cerdos.

“Entrando en sí mismo”, se dijo: “iré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y ante ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros”. Su arrepentimiento es tal que renuncia a ser hijo y ser solo jornalero.

El padre lo amaba tanto, que “estando todavía lejos, lo vio, corrió, se le echó al cuello y lo besó efusivamente”. La sintonía entre los dos fue tan asombrosa, que, ante la propuesta del hijo, el padre lo interrumpió. “Traigan aprisa el mejor vestido y vístanlo, pónganle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traigan el novillo cebado, mátenlo y comamos y celebremos una fiesta porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido hallado”.

El padre cargó sobre sus propios hombros el pecado del hijo como si él lo hubiera cometido. La solidaridad, pura resonancia del corazón divino.

Cuando Jesús saluda con la paz, no trae algo, llega él. La paz es persona, no cosa, la armonía del hombre consigo mismo, con los demás, con el cosmos y con Dios.

La parábola del hijo pródigo proporciona la atmósfera que da sentido a los diálogos de paz. Unidad de las partes en el todo, la paz es, no punto de partida, sino de llegada. La transparencia de cada dialogante que merece la confianza del otro.

Tejer la trama de la vida cotidiana, tarea de la reciprocidad. El arrepentimiento del hijo y la generosidad del padre constituyen la perfecta unidad. La paz.

AUTOR: P. Hernando Uribe C., OCD
TOMADO DE: El Colombiano, 23 de septiembre de 2016