Reino es el lugar donde nazco. Familia, ciudad, departamento, país, mundo. Yo determino si mi modo de relación con él es de amor o de apegos. Por amor, hago unidad con él; por apegos, la codicia, me esclavizo de él.
Varias veces al día rezo: “Padre nuestro que estás en el cielo, venga a nosotros tu reino”. Me embeleso desentrañando el significado de esta breve oración.
El maestro Eckhart escribe: “Cuando pienso en el Reino de Dios, a menudo me quedo sin palabras, en razón de su grandeza. Pues el Reino de Dios es el mismo Dios en toda su plenitud. El Reino de Dios no es algo pequeño. Aunque imagináramos todos los mundos que Dios pudiera crear, eso no sería aún el Reino de Dios”.
Dios es la simplicidad absoluta. Por eso, cualquier cosa que diga de Él es Dios mismo de distinto modo. Bondad, misericordia, paz, amor, hermosura de Dios son Dios mismo de distinta manera. Según S. Juan de la Cruz, Dios tiene infinitos atributos en su único y simple ser.
Un día Jesús dijo a sus discípulos: “No temas, pequeño rebaño, porque al Padre le ha parecido bien darles a ustedes el Reino”.
Y continuaba: “Dichosos los siervos a quienes el señor, al venir, encuentre despiertos: yo les aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno en uno, les servirá” (Lc 12, 37).
Sublime promesa la de que Dios mismo sea a la vez reino, anfitrión, servidor, mesa y manjar compartido, comido y disfrutado: Padre, Hijo y Espíritu Santo. En el reino, siendo muchos, todos somos uno.
San Agustín escribió: “Después de esta vida, Dios mismo es nuestro lugar”. Todo el que cree en las promesa de Jesús, al morir se encontrará con que el reino de Dios es Dios mismo, el lugar donde todos somos hijos y hermanos.
Quien vive de amor y sin apegos, vive ya en el reino de Dios. A la luz de lo que dice también el M. Eckhart: “El que sabe y conoce cuán próximo a él está el Reino de Dios, puede decir con Jacob (Gén 28, 16): ‘Dios está en este lugar y yo no lo sabía’”. Prodigioso lugar, Dios en mí, yo en Él.
Al hombre del siglo XXI le apremia saber que Dios es el Reino donde vive ya.
S. Teresa, comentando la petición “venga a nosotros tu Reino”, escribe: “Nuestra misma alma no sabe otra cosa sino amarlo. Así sería hermoso amarlo acá”.
AUTOR: P. Hernando Uribe C., OCD
TOMADO DE: El Colombiano, 05 de agosto de 2016